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MUESTRA «HIJA DE UN PUEBLO NUEVO» SOBRE GABRIELA MISTRAL E ITALIA

 

La exposición, que reúne parte del material disponible en la Biblioteca Nacional de Chile, en el Museo Gabriela Mistral de Vicuña y en el Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores, recuerda los detalles y acontecimientos que acompañaron la designación del Premio Nobel de Literatura en 1945, y que este año celebramos en su aniversario número 70. Es importante destacar que Gabriela Mistral fue la primera entre todos los escritores latinoamericanos en recibir dicho premio, que llegó en un momento de gran conmoción mundial tras la Segunda Guerra Mundial y en el contexto de una situación personal en extremo difícil tras la pérdida de dos personas muy cercanas a ella, su vecino y amigo, el escritor Stefan Zweig y su sobrino Juan Miguel Godoy.
Desde el nacimiento e infancia de la joven maestra rural cuyo nombre era Lucila Godoy Alcayaga, en una pequeña aldea del valle de Elqui, hasta 1957, año de su muerte, Gabriela Mistral desarrolló una extensa obra poética y en prosa que la situó como una de las voces americanas más potentes del siglo veinte. Se hizo cargo de los temas más fundamentales que fueron modelando el panorama mundial que conocemos hoy, en lo que se desenvolvió como una incipiente globalización, con una vinculación estrecha entre intelectuales y artistas de diversas nacionalidades. A partir del año 1922, en que Gabriela Mistral fue convocada por el gobierno mexicano a participar como principal gestora en la reforma educacional, ella vivió fuera de Chile y recorrió gran parte de América y Europa, tanto en misión consular como en su trabajo literario o en campañas que promovieron la paz, la protección de la infancia, los derechos de las mujeres y la educación, entre otros asuntos de su interés.
Gracias a numerosas iniciativas públicas y privadas, en la actualidad tenemos un mayor acceso a manuscritos, cartas y publicaciones que han permitido alcanzar una visión más profunda de la magnitud y complejidad presentes en su vida y en su obra.
En sus recorridos por el mundo, Gabriela tuvo una especial relación con Italia y su gente. Se estableció una cercana amistad entre ella y Alda Croce, y a través de ella con su padre, Benedetto Croce. Sobre este encuentro, se refirió así: -Cuando vi a Benedetto Croce, estaba sentado. Yo no sabía que tenía la planta de los pies llena de llagas. Escribía y escribía, sentado allí en su escritorio. El más lindo italiano era el suyo. Cuando viajé a Suecia, pedí el Premio Nobel para él. Me dijeron que no podían dárselo porque era ensayista y no creador. Cuando se lo conté a Croce, me respondió, tranquilo: “No hay una sola línea mía que no sea creación”.
Con Giovanni Papini, tras una fuerte polémica por las opiniones de él sobre el escaso valor de la literatura latinoamericana, más por desconocimiento que por convicción, y tras una airada respuesta de sus pares de estas latitudes, surgió una cercana amistad. Con el Conde Carlo Sforza, compartió además de sus intereses literarios, la alianza para una necesaria gestión en asuntos migratorios. Visitó a la poeta Ada Negri, y dejó una interesante crónica acerca de este encuentro. También coincidió con Neruda a principios de la década del 50 según se puede leer en su correspondencia, y escribió varios artículos o recados sobre Italia. En sus propias palabras se lee:

Tres a cuatro años viví en Italia y casi seis en Francia. Aquélla me hizo alegre y humana, amo y deseo el bien de ese santo pueblo italiano: hermoso, pobre, laborioso, clásico, tierno, lleno de capacidad desde todo tiempo (…)

Gabriela sería la primera mujer chilena en ocupar un cargo diplomático, una adelantada a su época, pues el voto femenino, no fue una realidad en Chile sino hasta 1934 para las elecciones municipales y hasta 1949 para el sufragio universal.
Ya en 1932 el Gobierno chileno otorgó a Gabriela Mistral un cargo consular. Fue destacada a Nápoles, donde no pudo desempeñar sus funciones por impedírselo el gobierno de Mussolini, que la confinó en arresto domiciliario en Roma.

Estuve [hace] cuatro años en Italia y la recorrí totalmente, viviendo con el pueblo en las diversas regiones. Sé que no puede recaer sobre el pueblo italiano la responsabilidad del fascismo.
Los latinoamericanos le debemos mucho a Italia. No se trata únicamente de la labor de colonización, sino también de nuestro alimento espiritual.

Varios años más tarde, en 1950, regresó a Italia, para ocupar el consulado de Chile en Nápoles, pero luego se trasladó a Rapallo, donde permaneció por tres años. Sobre esta ciudad comenta:

Fui muy vagabunda y me empiezo a poner sedentaria. Estoy contenta en esta tierra. Es posible que viva aquí el resto de mis días. Este es el país más hospitalario, de más calidad humana, de mayor capacidad y sensibilidad artística del mundo. Los gobernantes sólo ahora reconocen que la inmigración italiana es la que debieron levar a Chile desde hace tiempo.

  • Organizado por: IIC Santiago
  • En colaboración con: Embajada de Italia